¡Insectos que adoran los libros!

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Texto por Biol. Oscar S. Aranda Mena. Fotografías por Oscar S. Aranda

Hay personas que tienen un desarrollado gusto por los libros, mismos que por así decirlo, se los “devoran” en un santiamén y ya están buscando el siguiente. También hay insectos que lo hacen, y aunque rara vez los vemos, seguramente ya se conocen de arriba abajo nuestra colección de libros y revistas que tenemos en casa, así como aquellos que están religiosamente ordenados en las gavetas de las bibliotecas.

No estamos hablando de un milagro evolutivo en el que algunos insectos hayan aprendido a leer, sino de unos ingenuos y analfabetos insectos que pueden literalmente devorar libros y revistas, aunque también gustan del papel tapiz y de algunas de nuestras más preciadas y antiguas fotografías que cuelgan en la pared.

Éstos pequeños insectos son aplanados, con apariencia de crustáceo y con forma de zanahoria, sin llegar a superar los 2 centímetros de longitud. A diferencia de otros insectos de gran belleza (como las mariposas), éstos no gozan de buena reputación ni tampoco han obtenido protagonismo alguno en cuentos o fábulas, ni en las novelas o poemas en toda la historia de la literatura. Probablemente por ello y en venganza, éstos pequeños bibliófagos hayan decidido alimentarse de las obras literarias, sin importarles su género ni su autor.

Estoy hablando de los curiosísimos pececillos de plata lepismas, también conocidos como colas de cerdas, tisanuros, pececillos de cobre, lenceras, termobios, insectos de fuego, forbicinas o peces polilla, por mencionar algunos nombres comunes de las casi 1,400 especies que, aunque distintas, a simple vista nos pueden parecer todas iguales.

Para no desviarme ni crear confusiones por su compleja clasificación taxonómica y hábitats, me referiré a todos ellos como pececillos de plata, el nombre más ampliamente utilizado, y mencionaré únicamente el nombre de las 2 especies más comunes en nuestras casas: Lepisma saccharina y Ctenolepisma longicaudata. A los más eruditos y ávidos de información científica, les recomiendo leer sobre los denominados Archaeognatha y Zygentoma, quienes en su gran mayoría han decidido vivir alejados de los seres humanos y sus libros.

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Su nombre “pececillo de plata” fue otorgado debido a que cuando se desplazan hacen movimientos laterales que nos recuerdan a un pez nadando, además de que están totalmente cubiertos de minúsculas escamas que los hacen extremadamente resbaladizos, y se desprenden cuando se les atrapa. El color plata es el más común, aunque también los hay de colores bronce o dorado.

Se les suele encontrar merodeando entre los libros, aunque es común verlos también en alacenas y baños, debido especialmente a su predilección por los lugares húmedos. Algunas especies son exclusivos e inofensivos habitantes de nuestros hogares, pero la grandísima mayoría vive únicamente en la naturaleza, prefiriendo vivir entre la hojarasca o bajo las rocas, así como los termiteros, hormigueros y avisperos, que son sus moradas más habituales.

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Probablemente, la mayor curiosidad científica de éstos insectos es que son verdaderos fósiles vivientes; pues conservan la forma y características de los primeros insectos que habitaron nuestro planeta, mucho antes que los actuales desarrollaran alas a través de una compleja evolución, y que muchos de ellos las volvieran a perder por no necesitarlas. Aún hoy en día son un enigma para la ciencia, y apenas los estudios de ADN están revelando sus hasta ahora secretos orígenes y relaciones evolutivas.

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Estos insectos aún conservan algunas peculiaridades primitivas, como la ausencia de alas o su método de reproducción sexual, en el que la hembra recolecta el semen que el macho deja empaquetado por ahí, o cuando no hay machos, las hembras se reproducen por sí mismas a través de un método que se denomina “partenogénesis”. Debo agregar que en mi humilde opinión, ambos métodos son mecanismos reproductivos muy poco divertidos, y necesitan evolucionar un poco, sexualmente hablando.

En cuanto a la dieta, puede resultarnos poco interesante saber que se alimentan de azúcares y carbohidratos como muchísimas otras especies animales, pero lo curioso radica en que éstos los obtienen directamente de digerir la celulosa y el almidón, algo que ningún otro animal puede hacer sin la ayuda de bacterias u otros microorganismos que viven en sus sistemas digestivos. A diferencia del resto de los animales, éstos minúsculos insectos no necesitan la ayuda de nadie, ya que producen sus propias enzimas (celulasa) para digerirla.

Saber que pueden devorar nuestros libros y fotografías más preciados, o destruir ese antiquísimo (y horrible) papel tapiz de casa de los abuelos, puede hacernos tomar la más drástica decisión para erradicarlos de casa, pero en su defensa debo pedirle que no los culpe por ser golosos. A fin de cuentas, por su reducido tamaño, las cantidades que pueden llegar a consumir son verdaderamente insignificantes, y no debería preocuparnos el hecho que puedan convertirse en plagas, teniendo en cuenta que sólo pueden tener entre 30 y 50 crías a lo largo de sus longevas vidas, que alcanzan los 5 años.

Para finalizar, le compartiré unos fragmentos de lo que probablemente sea la única (aunque hermosa) mención linteraria que encontré hacia éstos pequeños devoradores de libros, escritos por la mano del escritor español Juan José Millás en 1998:

Hay un insecto microscópico, el lepisma, también llamado por su aspecto pececillo de plata, que vive en los libros igual que un delfín en las profundidades del océano (…). Nos acompañan en la travesía lectora como los delfines a los navegantes, saltando fuera de la página y zambulléndose en ella a través de un adverbio, que atraviesan sin romperlo ni mancharlo (…). El lepisma ignora también la existencia del lector que abre en dos su mundo como Moisés separó las aguas del Mar Rojo (…). Quizá el universo no sea más que un gigantesco libro que alguien lee con pasión mientras nosotros, sus lepismas, navegamos por él pese a ignorar su sintaxis. A ese lector gigante le dedico este articulo (u oración) con el ruego de que, cuando se canse de leer, cierre el libro sin violencia, para no hacernos daño”.

1 Comments on “¡Insectos que adoran los libros!

  1. Muy bien, hace mucho que no veo pececillos de plata, pero los recuerdo muy bien en los cuadros de la casa de mis papás, te decía que hacen un ruidito como pssssssst…. Te comento que el párrafo final de Juan José Millás tiene todas las palabras con acento con una separación, por si quieres corregirlo.  Te quiero.

     Rosa María Mena  

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