Texto y fotografías Por Biol. Oscar S. Aranda Mena
Hace unos días tuve un sueño donde descubría que todos los animales hacían una breve pausa justo al atardecer. Sin importar dónde estuvieran, siempre lo hacían. Era algo casi imperceptible para nosotros, pero para ellos resultaba ser de vital importancia para su salud. Aquellos que por alguna razón dejaban de hacerlo, enfermaban poco a poco y perdían todo interés por vivir.
Suelo olvidar mis sueños apenas me levanto, pero éste sueño en particular lo tengo tan claro, que me ha hecho pensar si es algo que en realidad sucede en la naturaleza, y me pregunto si de una forma u otra, los animales tendrán algún misterioso ritual para recargar sus energías al atardecer o tal vez, al amanecer. A partir de ahí, me he vuelto más observador de lo que sucede a mi alrededor y he encontrado pistas curiosas que refuerzan mis cuestionamientos, como ese pequeño y casi invisible tecolote que vive en los árboles de casa, y que todos los días sin excepción, hace un llamado muy particular justo al amanecer y justo al atardecer, mientras que el resto del día o la noche no lo he escuchado una sola vez. Las golondrinas y muchas otras aves vuelan en extrañas formaciones durante el atardecer, preparándose para posarse y descansar, pero éstas formaciones no las hacen el resto del día.
Mi imaginación vuela y entonces reflexiono sobre qué es lo que nos pasa a los humanos cuando nos tomamos el tiempo de observar un atardecer o un amanecer. Piénselo por un momento y defina las sensaciones que se le vengan a la mente con palabras sueltas. Seguramente le ha pasado lo mismo que a mí: ¡Sólo se me ocurren sensaciones positivas! ¿Por qué será? La gente que vive en el campo o fuera de la ciudad por ejemplo, suele ser en términos muy generales, más feliz y más saludable que quienes viven en la ciudad, seguramente porque lo que vemos y sentimos a nuestro alrededor tiene mucho qué ver en esta historia.
Me pongo a pensar si en algún momento de nuestra evolución como humanos, hemos ido perdiendo ese ritual natural que los animales tienen, y que debido a ello la gran mayoría de nosotros pasamos nuestras vidas “buscando” ser felices sin darnos cuenta que la solución para encontrar el equilibrio con nosotros mismos y con la naturaleza está frente a nosotros no sólo una, sino dos veces al día. ¿No sería magnífico que pudiéramos todos dedicar tan solo unos minutos al día para hacer una pausa en nuestras actividades y reconectarnos con la naturaleza y con nuestro espíritu? A fin de cuentas, todos deberíamos de ser capaces de “regalarnos” unos minutos para renovar energías; o “recargar pilas” si quiere llamarlo así. Pareciera que en el momento en que salimos de vacaciones o en alguna escapada al parque o al aire libre, es cuando nos podemos permitir conscientemente de disfrutar de un atardecer. ¿por qué no hacerlo todos los días?
Mi propuesta para iniciar el próximo año, mi estimado lector, es que todos hagamos el propósito de crear nuestro propio ritual de renovación y recuperación de energías. A fin de cuentas es un derecho al que hemos renunciado inconscientemente y un privilegio que la naturaleza nos ha regalado. Si está en la oficina, en casa, o en el coche conduciendo, intente parar lo que está haciendo y darse esos minutos para usted mismo. Si no puede parar o salir, intente asomarse siquiera por la ventana, estoy seguro que nuestro intento consciente de desconectar será suficiente para volvernos más receptivos y cambiar nuestro estado.
Si sale de viaje, o de vacaciones, intente hacer algo distinto, algo que le imponga un reto y le permita romper la rutina. Tome un tour diferente, algo que pueda hacer durante el atardecer, por ejemplo. Si usted y yo, corremos la voz, poco a poco, haremos que nuestras vidas estén más equilibradas, y eso se notará. Poco a poco, seremos más quienes volvamos a conectarnos con nosotros mismos y con la naturaleza. Así que recuérdelo todos los días: Sin importar que sea por un minuto, haga siempre un ritual al atardecer.
Debe estar conectado para enviar un comentario.