Durante el verano (de junio a agosto), el macho de la luciérnaga mediterránea (Nyctophila reichii) alza el vuelo cada noche en busca de su hembra. Alza el vuelo y lleva su mirada muy atenta hacia los matorrales, donde se oculta la hembra.
A simple vista la hembra es totalmente distinta al macho, pues conserva las características de la fase juvenil, a la que se conoce con el término «neotenia» Es áptera (carece de alas) y tiene una apariencia de gusano acorazado, (de ahí su nombre gusano de luz). Al final de su abdómen, tiene una peqeñísima farola incorporada para atraer al macho.
Con la apariencia de un animalito torpe, va trepando decidida a lo alto de alguna ramita para hacerse notar, y si es necesario escala rocas y muros, todo para conseguir atraer a su pareja, quien a veces se despista y termina cortejando alguna seductora farola.
Las luciérnagas son fascinantes, sumando más de 2000 especies alrededor del planeta. Cada especie utiliza su luz de una forma distinta y única, aunque hay especies carnívoras que han aprendido a «imitar» las señales de otras especies para atraerlas y devorarlas. Caprichos de la evolución.
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