Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena
Yo era una persona que adoraba comer pulpo y su sabor me encantaba, hasta que tuve la oportunidad de encontrarme cara a cara con uno, en su hábitat libre, e interactuar con él. A partir de entonces no lo he vuelto a probar, y no sería capaz de volverme a comer a un ser tan inteligente e incomprendido como él.
Nuestro encuentro ocurrió hace ya mucho tiempo, mientras hacía un censo de fauna marina, a unos 15 metros bajo la superficie, en las Islas Marietas. Buscaba unos pequeños peces que viven en el interior de conchas vacías, cuando de pronto me topé de frente con un pulpo (Octopus sp.), escondido tímidamente en una cavidad. Como había muchas corrientes, me había sostenido de una roca y no lo habría visto si no fuera porque intentó robarme el lápiz con el que tomaba notas. Era tal su curiosidad que decidió dejar su guarida para salir a examinar mi tableta de PVC y el lápiz que tenía atado a ella. Quedé tan sorprendido de su capacidad para manipular el lápiz, y de su fuerza con la que tiraba que pasaron varios minutos que dediqué segundo a segundo, a disfrutar y jugar con él. Fue muy divertido, aunque debo reconocer que me costó recuperar mi lápiz, y por supuesto la concentración, ya que no podía olvidar su mirada inquisitiva, como de un ser consciente de sí mismo y de su alrededor. Desde entonces me quedó muy claro que los pulpos son más inteligentes de lo que creemos, y me di a la tarea de investigar más sobre ellos. Mientras más leía más descubría que así como yo, había muchas personas, incluyendo científicos que quedaban cautivados e igualmente intrigados por cómo un molusco podría ser capaz de realizar acciones tan complejas, equivalentes a las que realiza un chimpancé o un delfín.
¿Cómo puede ser que un animal invertebrado pariente de caracoles y almejas pueda tener tal inteligencia? La repuesta no ha sido nada sencilla, y los científicos se han topado con un animal necio al que no le gusta cooperar. Sabotea las pruebas y escapa de su confinamiento, llevando al límite la paciencia de quienes intentan estudiarlo. Al parecer, el problema radica en que no puede ser estudiado a través de métodos convencionales, ni tampoco puede ser interpretado con los mismos fundamentos que se utilizan en otros animales, ya que su inteligencia (el procesamiento de sus pensamientos) se lleva a cabo de una forma totalmente distinta a la nuestra, pues además de tener una historia evolutiva de más de 500 millones de años, posee el cerebro más grande de todos los invertebrados (y de algunos peces y anfibios), y dos terceras partes de su sistema nervioso se encuentran situadas en sus tentáculos.
Aristóteles, el padre de la biología calificó a éste cefalópodo como “una criatura estúpida”, cosa que no me sorprende considerando el escaso conocimiento que se tenía en aquel entonces sobre la inteligencia de los seres vivos, hace unos 2,360 años. Ahora en cambio, se sabe que la organización de su sistema nervioso es más sofisticada que en otros animales, ya que en el pulpo se realiza el procesamiento de la información de forma paralela entre su cerebro y sus tentáculos, lo que significa que sus tentáculos pueden hacer ciertas tareas mientras su cerebro se concentra en otras. Actualmente se ha concluido que los pulpos pueden ser zurdos o diestros, prefiriendo utilizar alguno de sus dos ojos para centrar su atención, siendo capaces de utilizar herramientas, tal como lo hace un reducido número de vertebrados, y tienen la asombrosa capacidad de recordar y aprender, aplicando sus experiencias anteriores para resolver nuevas tareas.
¿Era acaso, el pulpo que conocí, capaz de reconocerme? Ahora se sabe que sí, que son capaces de identificarnos como individuos, y aquellos pulpos que conviven regularmente con seres humanos se comportan de forma distinta entre aquellos en quienes confían y los desconocidos. ¡Hay tanto que aprender de ellos! Nosotros somos los más inteligentes en el mundo de los vertebrados, y sin duda los pulpos son nuestro equivalente en el mundo de los invertebrados. Probablemente no exista otro animal tan distinto a nosotros y a la vez tan parecido, y es una lastima que éstos increíbles animales sean vistos sólo como una fuente de alimento.
Finalmente, vale la pena reflexionar sobre el futuro de los pulpos, que desafortunadamente no es muy prometedor. En primer lugar, y como ocurre con las pesquerías en general, sus poblaciones están sobreexplotadas en todo el mundo. En segundo lugar, porque tienen sangre azul, que es otra de sus rarezas. A diferencia de la sangre humana rica en hierro, la de los pulpos está hecha a base de cobre, que es más eficiente en el transporte de oxígeno cuando la temperatura del agua es muy baja y no hay mucho oxígeno alrededor. Desafortunadamente, ésta curiosidad los hace extremadamente sensibles a los cambios en la acidez del agua, ya que en aguas más ácidas no son capaces de asimilar el oxígeno y mueren asfixiados.
Una de las consecuencias del cambio climático es la acidificación oceánica que va en constante aumento, lo que pone su futuro en riesgo. A veces no basta la inteligencia para sobrevivir, y no me refiero a los pulpos. Tal como les puede ocurrir a ellos, tarde o temprano también nos ocurrirá a nosotros. Irónico, ¿no lo cree?
Muy buen artículo. Como siempre. Enviado desde Yahoo Mail para Android
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