¿Quién (no) quisiera ser cigarra?

Texto y fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

A mí, durante el verano, me encanta achicharrarme. ¿A usted no?

Oh, es verdad, ¡necesito aclarar que no hablo de freírme bajo el sol o morirme de calor! Me refiero a llenar mi alma de gozo al escuchar a las cigarras (chicharras) al cantar. Es curioso que por pasarse el día cantando, la fábula de Esopo “La cigarra y la hormiga”, le haya creado tan mala reputación a nuestras amigas las cigarras (Familia Cicadidae), también conocidas como chicharras o cícadas. Pero en la realidad, son insectos que, aunque como mucho pueden llegar a medir hasta 7,5 centímetros, poseen una singular combinación de timidez, discreción y una inagotable actividad diurna. Desde la antigüedad, para los más sabios, las cigarras no son unas holgazanas. Platón, el gran filósofo griego, escribió en su obra Fedro un complejo ensayo que sugiere que las cigarras son descendientes de una raza de hombres que olvidaron su propio cuerpo por dedicarse a buscar el conocimiento a través de la música, y que con su canto, las cigarras le recuerdan a los humanos que no deben dejar de buscar el conocimiento. ¿Será por eso que a los biólogos nos gustan tanto? 

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Y sin embargo, con el paso de los años y la acumulación de conocimientos, aún siguen sorprendiéndonos con sus complejísimos sistemas de producción de sonido, su capacidad para escucharse unas a otras y también la curiosa habilidad de sincronizase todas para estridular al unísono, sin olvidar que todas ellas pasan la mayor parte de sus vidas bajo tierra; tanto como 17 larguísimos años, lo que las coloca en la lista de los insectos más longevos. Es por eso que se les divide en dos tipos: Aquellas que son anuales (las más comunes) y las periódicas, que salen cada 2, 5, 13 o 17 años, según la especie.

Mientras viven bajo tierra se alimentan succionando los fluidos de las raíces que encuentran, y en su cuerpo poseen un misterioso reloj interno que les marca el momento exacto para emerger y para convertirse en adultos. Detrás, aún aferrados a las ramas donde mudaron de piel, quedan esos extraños cuerpecitos vacíos (conocidos como mudas) que han dado pie a numerosas creencias que han convertido a las cigarras en un símbolo de la separación que sufre el alma tras la muerte, al dejar atrás el cuerpo vacío.

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Dicen que la mejor forma de saber que estamos en verano es cuando se escucha a las cigarras cantar. Y es que sus estridulaciones, para definir correctamente a los sonidos que producen, son un inequívoca señal de que el verano está en pleno apogeo y que el sol brilla en su punto más alto del horizonte. Mientras haya sol, las cigarras cantarán.

¿Cómo un animal que emite tanto ruido puede ser tan difícil de localizar? -Se preguntará-, y la respuesta se la puede dar cualquier entomólogo que haya intentado capturar alguna. Para empezar, se confunden a la perfección entre las ramas de los árboles gracias a una exquisita combinación entre los colores de su cuerpo, su forma cilíndrica y sus alas iridiscentes que reflejan los colores de las hojas de los árboles y del brillante azul del cielo. Además, las hembras son mudas, así que encontrarlas es una tarea titánica. Los machos, aunque muy ruidosos, tienen una vista muy aguda, por lo que ante la presencia de cualquier intruso, incluso a un par de metros de distancia, guardarán silencio y permanecerán inmóviles. ¡Vaya problema! Finalmente, cuando por fin las vemos, suele ser demasiado tarde cuando ya han echado a volar para refugiarse en otra rama lejana.

Están consideradas como los insectos más ruidosos del planeta, capaces de emitir frecuencias de sonido verdaderamente intensas. Por hacernos una idea, los ruidos considerados como molestos o peligrosos para el oído humano rondan los 130 decibeles, y la estridulación de la cigarra africana Brevisana brevis llega casi a los 110db.

Es verdad que se pasan la vida cantando, pero ¿quién no lo haría si supiera que le quedan unas 3 semanas de vida? Con el tiempo contado, las cigarras deben “disfrutar” de su corta vida de adultas, encontrar pareja y dejar descendencia antes de morir. Para atraer a las hembras, los machos generan el sonido en el abdomen, donde existen unas estructuras similares a tambores (llamados timbales) que hacen vibrar a frecuencias específicas que resultan ser irresistibles para las hembras, capaces de escucharlos a más de 1 kilómetro de distancia. Cuando una hembra se muestra atraída por un macho, éste modifica los sonidos que produce, haciendo lo que en nuestro mundo humano equivaldría a un “coqueteo”. Si ella lo acepta, rompe su voto de silencio y produce suaves y cariñosos chasquidos con sus largas y brillantes alas para sellar su compromiso y depositar cientos de huevos en las grietas de los árboles. Cuando eclosionan, las pequeñas larvas se dejan caer al suelo y se entierran para comenzar su vida bajo tierra, ayudándose de unas poderosas modificaciones en sus patas delanteras para cavar con facilidad.

La aparición de las cigarras adultas significa una abundancia de carnoso y nutritivo alimento para las aves y muchos otros animales como los murciélagos. Son inofensivas y en algunos sitios como en Borneo, se les utiliza como alimento, aunque afortunadamente para mas de tres mil especies del mundo no es una costumbre habitual.

Si alguna vez alguna cigarra despistada se posa en su brazo, o en su cabeza, y si encuentra alguna en el suelo, ayúdela y no la mate. Puede atraparla con la mano con cuidado de no hacerle daño y observe sus hermosas alas sin preocupación alguna. Seguramente estará cansada y sin energía, así que ayúdela poniéndola en algún tronco bajo la sombra para que se recupere. Cuando quiera verlas, sea paciente y espere. Camine pausadamente y búsquelas rama por rama. Seguramente estarán esperando a ser descubiertas y admiradas por unos ojos llenos de curiosidad. Ya que es temporada de chicharras, ¿por qué no se deja achicharrar y así, nos achicharramos todos?

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