Los Gorriones: discretos y admirables

Texto y fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

Ahí andan los “gorrones” dice mi madre llama al ver a estos pajaritos, que a veces parecen estar por todas partes, siempre a nuestro lado. Los escuchamos todo el tiempo, y andan picoteando en busca de comida por las calles, los parques y nuestras terrazas. Arman ruidosas escaramuzas y se dan “baños de tierra” regularmente. Les gusta anidar en cualquier escondrijo de nuestros hogares, se meten en los ductos de ventilación, grietas y hasta dentro de nuestros sistemas de aire acondicionado. Estos son los Gorriones, nuestros fieles compañeros de la ciudad, y aunque no lo parezca, están en peligro.

Un Gorrión nada común

Le llaman de diferentes formas: Gorrión doméstico, casero, europeo, inglés o simplemente, Gorrión común (Passer domesticus), y aunque todos parecen iguales, hay 12 subespecies en todo el mundo. Lo cierto es que aunque no es el ave más común del mundo, es probablemente una de las mejor conocidas, ya que prefiere vivir cerca del ser humano y evita los bosques y zonas aisladas. Podríamos considerarlo como un próspero ciudadano más, adaptado a veces, mejor que nosotros, a vivir en la jungla de asfalto.

Originario de Medio Oriente, poco a poco colonizó Europa, Asia y el norte de Africa, aprovechando los asentamientos humanos y la agricultura. No se sabe con exactitud ni cómo ni cuándo llegó al Continente Americano, pero está claro que unas cuantas parejas fueron liberadas por los humanos, traídas desde Europa, adaptándose a la perfección a su nuevo hábitat. Curiosamente, a pesar de que se cree popularmente que es un ave muy abundante, aparentemente no es verdad, ya que su presencia está limitada a zonas habitadas por el hombre y, tras décadas de estudios, hay evidencias que su población mundial está disminuyendo, aunque la razón aún no está del todo clara.

Un ave social y gregaria

Cuando los observamos, nunca los vamos a ver solos. Son aves que se organizan en pequeñas colonias, de alrededor de unas 10 parejas. Los miembros de la colonia tiene una estrecha relación entre sí, pero se relacionan muy poco con otras colonias, pues son fieles a la pequeña zona donde se establecen. Los más viejos son los de mayor jerarquía, con sus nidos al centro del territorio. Curiosamente, éstas aves utilizan sus nidos todo el año, como un refugio nocturno. En época de reproducción la colonia entera se sincroniza para construir sus nidos y poner sus huevos al mismo tiempo, lo que les da muchas ventajas. Cuando no encuentran un lugar adecuado para criar, se vuelven muy agresivos con otras aves, llegando a expulsar a otras aves de sus nidos. Aunque gozan de una gran fecundidad, teniendo hasta seis puestas al año, cada una con 3 a 5 huevos; se sabe que el éxito en la supervivencia de los polluelos es muy bajo y sigue disminuyendo, probablemente por falta de alimento (insectos) o por estar éstos contaminados con plaguicidas.

Amorosos y fieles padres

Estos pequeñines son muy fieles a sus parejas, adoptando la monogamia como una religión, aunque organizan “juegos sexuales” colectivos para mantener la unidad de la colonia, pero eso sí: “cada pareja, con su pareja”. La incubación corre principalmente a cargo de la hembra, pero cuando nacen los polluelos el macho colabora activamente. Se necesitan 2 semanas para incubar los huevos, y otras 2 semanas para que los polluelos abandonen el nido, fecha en la que el macho deja de ayudar a alimentarlos. La hembra los sigue alimentando mientras permanecen escondidos en los alrededores durante una semana, y luego éstos formarán “pandillas juveniles”, conformadas por todos los novatos de la colonia.

Aunque parezca que éstas nuevas generaciones hayan salido de sus nidos con éxito, la mortandad sigue siendo muy elevada, considerando que la mayoría de los pollos que abandonan el nido mueren durante los días siguientes ya sea por hambre, atropellos o por ser capturados por gatos y perros. Ese es el precio que pagan por vivir en la ciudad.

Mucho se habla sobre éstas aves, amadas por unos y odiadas por otros. Son señaladas en muchos sitios como verdaderas plagas que dañan cultivos, obstruyen ductos, y dejan sus caquitas por todas partes. Lo cierto es que son animales asombrosamente adaptables, que fueron introducidos en nuestro continente por el mismo ser humano. No es su culpa que estén aquí, sino nuestra. No olvidemos que hacen una función importante al mantener a raya a los molestos insectos, y al comerse toda la basurita orgánica que dejamos por las calles. Ciertamente son una especie exótica, pero visto de esta manera, lo son también nuestros gatos o perros, y hasta nosotros mismos.

Aquel a quien no le gusta escuchar sus interminables “chip-chip”, está en su derecho de taponar grietas y proteger los ductos de su casa para evitar que se instalen ahí. A quienes nos gusta verlos juguetear y escuchar sus encantadores “chip-chip”, no nos importará dejar de utilizar el aire acondicionado durante unas semanas, con el regocijo de escuchar a los pollitos crecer, y verlos abandonar el nido.

La tolerancia es un don que todos tenemos, y ésta es una buena oportunidad para ponerla en práctica. Al fin que en este mundo, ¡Hay espacio para todos!

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