Los graciosos nombres de la naturaleza

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Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

¿Sabía Usted que hay una polilla que se llama “Donald Trump”?

Estoy seguro que si ésa polilla comprendiera el significado de su nombre, haría todo lo posible por dejar de llamarse “Neopalpa donaldtrumpi”, nombrada así por sus descubridores debido a que tiene sobre su cabeza unas rubias escamas que se asemejan al cabello de éste controvertido e incómodo personaje. Como le ha ocurrido a ésa pequeña y desafortunada mariposa nocturna, seguramente usted conoce a alguien que desearía también cambiar su nombre, ya sea porque es feo, muy largo o simplemente porque es difícil de pronunciar o recordar. Afortunadamente, los seres humanos tenemos la ventaja de poseer, además de nuestro nombre de pila, un bonito nombre científico (Homo sapiens), mismo que confieso creer que algunos humanos no merecemos.

 

Un nombre científico es todo menos aburrido

 El nombre común que le damos a un mismo animal o planta puede variar enormemente entre regiones. Es así como en el idioma español, a las libélulas se les conoce con más de 35 nombres, incluyendo “caballito del diablo”, “fosforito”, “matapiojos” o el extraño nombre “chupajeringas”. Si tuviéramos en cuenta otros idiomas y dialectos, seguramente sumaríamos cientos de nombres distintos para éstos animales que se distribuyen por todo el mundo.

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Llamar “libélula” a las 6,000 especies que conforman ese grupo sería una tarea caótica e imposible para los científicos y taxónomos. Es por ello que el nombre científico es tan importante, pues es único como una huella digital y permite reconocer, por citar un ejemplo hipotético, a ese microscópico bicho que crece sobre un parásito que habita en el oído derecho del treparriscos europeo y que nadie hasta la fecha se ha preocupado por otorgarle un nombre común.

Así fue, más o menos, como el biólogo Linneo solucionó el problema en 1758, creando lo que se denomina “nomenclatura binomial”. Un buen ejemplo es la lombriz de tierra, a la que decidió llamar con dos palabras en latín: Lombricus terrestris, un nombre simple y descriptivo que define quién es y dónde vive.

La regla es, que no hay reglas

Se supone que las reglas sobre la nomenclatura científica exigen que un nombre científico tenga tres características: Que sea compacto, eufónico (que suene bien) y memorable. El resto depende de la imaginación de quien propone el nombre. Aún así, existen nombres tan complicados como el de la mosca Prolasioptera aeschynanthusperottetii, compuesto por 36 letras, o el nombre más largo que existe hasta la fecha otorgado también a una mosca: Parastratiosphecomyia stratiosphecomyioides. ¿Alguien me puede explicar dónde está lo “compacto, eufónico y memorable”? Cuando mucho, serían nombres ¡irrepetibles!

En general y tradicionalmente, un nombre científico está compuesto por una combinación de palabras de origen griego o latín, lo que significa que al ser traducidas pueden tener un significado totalmente distinto, que puede resultar por demás interesante, curioso, divertido y sugerente. Por poner un ejemplo, está la mosca azul de la carne. Ese enorme moscardón de un hermoso color azul metálico y que adora la carne putrefacta, lleva como nombre científico “Calliphora vomitoria”, que formado por vocablos griegos, se traduce como “el portador de belleza que produce náuseas”.

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La imaginación de los científicos no conoce ni épocas, ni fronteras, ni política o religión, y ni siquiera el mismo Linneo pudo evitar la tentación, aunque siempre conservó su estilo conservador: A un molusco bivalvo lo llamó “arca de Noé” (Arca noae) por su curiosa forma de barco. En Europa, Asia y África existe un ave extremadamente popular, con un copete característico y un canto distintivo que le ha hecho famosa y objeto de adoración por muchas culturas a través de los tiempos. A la “abubilla” (como se le conoce en España) se le nombraba en latín “upupa” y en griego “epops”, por lo que Linneo decidió nombrarla Upupa epops, como homenaje a los dos idiomas clásicos de la antigüedad, donde ambos hacen mención al distintivo sonido que produce ésta graciosa ave.

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Las palabras totalmente nuevas están a la orden del día, como para rendir honor a algún personaje histórico (p. ej. Una polilla llamada Leonardo davincii), o para reconocer a un patrocinador (p. ej. Roberthoffstetteria nationalgeographica), y por qué no, a un artista musical del pop (p. ej. Un fósil llamado Mesoparapylocheles michaeljacksoni). También suelen hacer referencia al origen geográfico de la especie, como ocurrió con una magnolia recientemente descubierta y que es endémica de las selvas vallartenses, llamada Magnolia vallartensis.

La tentación puede ser incontrolable cuando el taxónomo es un fanático de la saga “Star Wars” y de forma caprichosa decide nombrar a tres avispas como sus personajes favoritos Yoda, Chewbacca y Darth Vader: (Polemistus yoda, P. chewbacca y P. vaderi).

Para los taxónomos, el simple hecho de saber que tienen un poder casi ilimitado para crear nombres, les hace utilizar un sentido del humor cada vez más “rebuscado”. Así ocurrió con un género de polillas denominado “La”, por lo que tres especies fueron llamadas La cucaracha, La paloma y La cerveza. Esto no es broma, es real y éstos animales existen de verdad. ¿En qué estarían pensando sus descubridores?, ¿en canciones, tal vez?

Otras exitosas y taquilleras sagas que también tienen ya su presencia en la nomenclatura científica son “El Señor de los Anillos” (como el escarabajo Pericompsus bilbo, la ameba Arcella gandalfi y el insecto cavernícola Gollumjapyx smeagol). “Harry Potter” no se ha quedado atrás con una gran cantidad de especies que hacen referencia a sus personajes (como la avispa Ampulex dementor, o la araña Eriovixia gryffindori). No podemos dejar a un lado a personajes de películas ya clásicas como “Batman” (representado por el pez Otocinclus batmani) y “Terminator” (representado por el escarabajo Agra schwarzeneggeri y por la araña Hortipes terminator).

 

Los nombres comunes más extraños

Aunque algunos nombres pueden ser extremadamente sencillos e inocentes como “ave del paraíso”, un largo historial de mitos y falsas creencias nos han hecho bautizar a plantas o animales con extraños nombres como el ave “chotacabras” o las plantas “hinchahuevos” y “matamuchachos”. Tal es el caso de la planta urticantemala mujer” (Solanum rostratum), cuyo nombre hace referencia al intenso dolor que causa cuando apenas se le toca. ¿Sería machista aquel que pensó en ese nombre? Yo creo que esa planta no es tan mala, sino que sólo intenta protegerse, tal como lo haría cualquier mujer que se sintera en peligro.

Están también los nombres que se han dado a seres que tienen algún parecido a “algo más”, como el famoso “tiburón martillo”, la medusahuevo frito” o la plantalagaña de perro”. Como ejemplo puedo mencionar al famoso hongofalo hediondo” (Phallus impudicus), cuya similitud al órgano sexual masculino ha sido desde hace siglos, motivo de repulsión y controversia puritana, llamándosele actualmente “velo de novia”.

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Un nombre correcto puede salvar vidas

Sean nombres comunes o científicos, está comprobado que aquellos animales cuyos nombres son desagradables y negativos tienen menos posibilidades de ser respetados o protegidos, y esos “malos nombres” tienen un en muchas ocasiones un origen erróneo derivado de malos juicios. Tal es el caso de la “ballena asesina”. En las últimas décadas se ha hecho un gran esfuerzo por dejar de llamar así a las orcas, ya que no son ni ballenas, ni tampoco asesinas. Por culpa de ese nombre, durante décadas fueron vistas como temidos seres malvados y diabólicos.

Es probable que al escuchar hablar de la tortuga «mata-mata» pueda pensar que es una tortuga mortalmente agresiva, aunque en realidad sea totalmente inofensiva. Ahora piense en el “panda”, ese tierno oso bicolor al que todos quieren proteger. Si alguien le hubiese llamado “oso mata-bambú”, seguramente ése no sería un animal tan popular. El uso inteligente de los nombres es una herramienta que ahora los científicos intentan llevar a favor de los animales.

Recientemente, en Madagascar, un caracol fue descubierto en una montaña propiedad de una empresa cementera internacional. Al vivir únicamente ahí, y temiendo su extinción, sus descubridores le dieron el nombre de la empresa cementera Charopa lafargei con la esperanza de persuadir a la empresa LafargeHolcim a proteger a la especie. Si la especie llega a extinguirse, su nombre perdurará por siempre, acusando a la corporación que lo hizo desaparecer.

Como ocurrió con la polilla Donald Trump, espero que su nombre le sea útil para sobrevivir, como por ejemplo para causar lástima y se le de protección piadosa por llevar un tupé inocentemente «donaldtrumpesco».

Creo que si yo descubriera algún misterioso, peligroso, torpe y desagradable parásito, pensaría en un nombre que además de hacer alusión clara a su personalidad, intentaría crear con ese nombre el mayor interés posible, para hacer que la ciencia investigue incansablemente sobre él, dónde vive, de dónde viene, qué come y cómo erradicarlo del planeta. Yo le llamaría Donaldtrump covfeferi. ¿Usted, qué nombre le pondría?

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