Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena
¿Se ha preguntado alguna vez, cuál es el origen de la palabra “lunático”? Pues bien, según la primera edición del Diccionario de la Real Academia Española (por allá de 1734), un lunático era “el loco cuya demencia no es continua, sino por intervalos que proceden del estado en que se halla la luna”, agregando que cuando está creciente, se pone furioso y destemplado, y cuando está menguante, se vuelve pacífico y razonable.
En realidad, aún hoy en día, conservamos la creencia de que la luna llena trae consigo violencia y agresión, y que causa desórdenes mentales y extraños comportamientos en la gente y en los animales. Es una creencia que hemos heredado desde hace siglos, y que se denomina “el efecto lunar” o “el efecto de Transilvania”. Es una creencia tan arraigada, que si hiciera una encuesta en una central de emergencias, hospital o estación de policía, seguramente la mayoría le asegurará que durante la Luna llena ocurren cosas raras. ¿Será esto realmente cierto?
Yo estaba totalmente seguro que no, hasta la Luna llena de hace un mes. Después de esa noche, no culpo a la gente por creerlo, pues esa misma noche yo lo hubiera asegurado. Esa noche en la colonia, todos los perros (excepto las mías que son muy escépticas) no pararon de ladrar desde temprano: Se respiraba un ambiente extraño, y se escucharon ruidos, gritos lamentos, coincidiendo además con una de las esperadas “súper-lunas”.
Al día siguiente me puse a investigar, decidido a descubrir la verdad, lo que la ciencia dice al respecto: Para empezar, debemos recordar que la Luna es el objeto celeste más cercano al Planeta Tierra, que de hecho formó parte de nuestro planeta y surgió (literalmente hablando) de una colisión entre un objeto del tamaño de Marte con nuestro planeta, hace más de 4 mil millones de años. Además, mide un cuarto del tamaño de la Tierra, lo que la hace ser el segundo satélite natural más grande en comparación con su planeta.
Se sabe que el reloj biológico de los peces y de muchos otros animales se sincroniza con alguna fase lunar para reproducirse, como los corales en Australia o algunas tortugas marinas. En cuanto a los humanos, aunque el ciclo menstrual de una mujer tiene en promedio la misma duración que un ciclo lunar, el 60% de las mujeres no muestra coincidencia alguna con alguna fase lunar en particular. Los ciclos reproductivos de los mamíferos varían enormemente, y van desde los 4 días para algunos roedores hasta 60 días en los perros. Esto significa que, a mi parecer, volvemos al mismo punto de partida y no tenemos una respuesta precisa, pues la relación de los ciclos reproductivos con la luna podrían ser una simple coincidencia.
En realidad, los cambios que la Luna provoca en nuestro comportamiento están sustentados en la cantidad de luz que ésta proyecta. Las tortugas marinas, por ejemplo, prefieren anidar cuando ocurre el cuarto menguante o creciente, lo que se explica considerando que la intensidad de luz es intermedia: Ni mucha luz que las delataría ante sus depredadores, ni muy poca que les complicaría ver por dónde caminan. Los insectos, por su parte, se mantienen más activos durante las fases de mayor intensidad, ya que hay suficiente luz para encontrar su alimento y por qué no, para encontrar también pareja.
Aún así, es un hecho que la Luna tiene una gran influencia sobre nuestro planeta y sobre nuestras vidas, considerando las leyes de la física, y los mejores ejemplos son el clima y las mareas: Sin la Luna, la Tierra no tendría un eje fijo sobre el cual moverse, por lo que los polos quedarían orientados hacia el sol, o todo lo contrario, quedando lugares que estarían eternamente cobijados por sombras eternas. Las mareas son un efecto de la fuerza de atracción que ejerce la Luna sobre la Tierra, y mientras gira a su alrededor, atrae hacia sí las aguas oceánicas.
Tras analizarlo y reflexionarlo, tengo la certeza que la mayor fuerza que ejerce la Luna sobre nosotros es la “atracción” que sentimos por ella. Esa fascinación por éste cuerpo celeste ha dado origen a una infinidad de creencias, dichos, cuentos fantásticos e historias inverosímiles, como la locura temporal o la trasformación capilar del hombre-lobo, los influjos de la luna en los partos o el don de la fertilidad, hasta las fantásticas historias y cuentos sobre el conejo de la Luna o la Luna sonriente con los que nuestras madres nos arrullaron en alguna de esas “noches inquietas”.
Puedo asegurarle también, que hoy en día la relación que existe entre los lunáticos y la Luna es meramente etimológica, y haciendo a un lado esas noches “raras” e inexplicables donde todo puede suceder, yo le pregunto:
¿Acaso cuando observa a esa enorme y sonriente Luna asomándose por el horizonte, no siente una mezcla de pasión, admiración y asombro por su majestuosa belleza? Es comprensible que temporalmente, uno se vuelva loco por ella. Al final, la Luna es señalada como culpable. Es una consecuencia natural, aunque todo depende del punto de vista de cada persona. Yo en lo personal, prefiero describir a un lunático como un verdadero enamorado de la Luna, quien la busca en el horizonte para encontrar paz e inspiración. ¡Me apunto en la lista de lunáticos!
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