Texto y fotografías Por Biol. Oscar S. Aranda Mena
Soy consciente que algunas veces soy un poco “raro” en mi forma de pensar, y éste artículo es probablemente una de mis rarezas. Aunque no pretendo que Ud., mi estimado lector esté de acuerdo conmigo, al menos espero dejar en alguien, una pequeña semilla de reflexión al respecto. El tema se basa en la pesca deportiva. Es verdad que la pesca deportiva es una de las actividades que pueden realizarse todo el año y dejan una importante derrama económica en la región. Sin embargo no puedo hacer a un lado las técnicas tan crueles que se utilizan. Seré breve pero muy claro, y le hablaré primero de lo más básico: la carnada. La preferencia por utilizar carnada viva es innegable, lo que significa que durante la noche, alguien estuvo capturando peces y conservándolos vivos para vendérselos a quienes saldrán a la pesca temprano por la mañana. A éstos pequeños y estresados peces se les encaja un enorme anzuelo y se les lanza al agua, para dejarlos luchar hasta el agotamiento y atraer algún depredador. Imagínese usted qué final tan triste y doloroso para un pequeño pez.
Ahora le hablaré de los peces grandes, que por seguir sus instintos “morderán el anzuelo”, que en el mejor de los escenarios quedará enganchado en el borde de su boca. Mientras el turista o pescador deportivo disfruta de la sensación de luchar tensando y aflojando el sedal (el hilo de pescar) para cansar al pez, éste está luchando por su vida, resistiendo el dolor que hasta cientos de kilogramos de tensión se transmiten por su boca, lo que le obliga a saltar fuera del agua en un intento desesperado por liberarse. Una lucha tan intensa no puede durar mucho, y tal como ocurre con los seres humanos, sus músculos han agotado todas sus reservas de energía, liberando en su lugar el ácido láctico, bien conocido por provocarnos calambres y dejarnos adoloridos por días hasta lograr recuperarnos nuevamente. Desafortunadamente, aunque algunos peces sean liberados por la técnica de atrapar y liberar (catch & release), estarán demasiado agotados, heridos o paralizados como para sobrevivir.
Los tiempos en los que creíamos que los peces no sienten dolor han quedado atrás, y para hacerles justicia necesitamos reconocer que son seres vivos que sienten igual que todos nosotros, pues su sistema nervioso no difiere en mucho del nuestro, y para los más escépticos hay estudios científicos que lo comprueban. La explicación científica del dolor se extiende a todo el reino animal, pues es la forma en que podemos evitar situaciones que pongan en peligro nuestra integridad o nuestra vida. Ante una amenaza, los peces reaccionan al igual que el hombre: Sienten miedo, liberan adrenalina y aumentan el ritmo cardíaco y respiratorio.
La pesca deportiva es uno de los puntos de fricción entre quienes la practican y los defensores de los animales. A pesar de ser un tema del que no se habla mucho, es tan polémico como real, aunque el debate no debe centrarse en si los peces son capaces de sentir dolor o no, sino en los motivos que tenemos para causarles ese sufrimiento. La pesca comercial por ejemplo, tiene como finalidad la captura de peces como alimento, sin obtener beneficio alguno por causarle o no sufrimiento a los peces que se capturan. En cambio, la pesca deportiva (como su nombre lo indica) es considerada como una actividad lúdica; un pasatiempo que genera placer a costa del sufrimiento del pez, tal como ocurre con las corridas de toros, las peleas de gallos o de perros: Para que uno gane otro tiene que sufrir, lo que es éticamente incorrecto y cruel, sumando el hecho que el pez (al igual que el toro), no se encuentra en igualdad de condiciones para luchar, lo que siempre inclina la balanza a favor de quien comete éste acto de crueldad.
Todo es cuestión de ética: No existe justificación para causarle dolor a un animal, y evitar el sufrimiento de un ser vivo debe ser más importante que el interés de alguien por obtener placer practicando su deporte favorito. Existen infinidad de actividades deportivas y culturales que no implican causar dolor o sufrimiento a otro ser vivo, y por encima de todo, deben prevalecer formas de disfrutar de la naturaleza sin causarle perjuicio. Torturar y matar a un ser vivo nunca debe ser considerado como una forma de ocio. Por el contrario, debemos cultivar la compasión y la empatía, algo que a nuestra sociedad le hace mucha falta. En la medida que respetemos la naturaleza, nos respetaremos a nosotros mismos. ¡Que vivan los peces, los toros, los gallos, los perros y todos aquellos quienes aprecian la maravilla de contemplar a un ser vivo!
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