Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena.
Los antigüos balleneros, vigilando desde lo alto del mástil del barco gritaban: “¡Ahí sopla la ballena!” (There she blows!), e inmediatamente toda la tripulación se preparaba para la épica cacería que aseguraría alimento y aceite para alumbrar el hogar de muchas familias. Ser ballenero era un oficio diferente a los demás: heróico, lleno de misterio y aventura en letras mayúsculas. Luego llegó la industrialización y las técnicas tradicionales evolucionaron para convertirse en verdaderas masacres que llevaron al borde de la extinción a prácticamente todas las especies de ballenas de gran tamaño y haciéndolas desaparecer de regiones enteras. Hoy en día, ya no es necesario cazarlas gracias a que se han creado sustitutos más baratos y mejores que los productos que originalmente se obtenían de las ballenas. A pesar de ello, aún sigue realizándose la cacería legal e ilegal de ballenas en al menos 10 países, bajo una engañosa bandera de investigación, subsistencia o “tradición cultural”. Sin embargo, la percepción que la gente tiene de las ballenas y la forma en la que se les trata ha cambiado enormemente. Mucha gente ve a las ballenas como una estupenda oportunidad para estudiar sus adaptaciones al mundo marino, y otros ven a las ballenas como una fuente de entretenimiento y de negocio. Mientras algunas sociedades las siguen persiguiendo, otras consideran que las ballenas son criaturas cuyo valor es inmesurable.
Luego de más de 2 siglos de cacería indiscriminada, la población mundial de ballenas jorobadas quedó reducida en un 90%. Es decir, que para la década de 1980 sólo existía alrededor del 10% de la población original. A partir de 1966, las ballenas jorobadas entre otras especies comenzaron poco a poco a recibir protección internacional, lo que ha permitido que su número se vaya incrementando año con año. La Bahía de Banderas en México ha sido un destino favorito de las Jorobadas desde antes de la llegada de sus primeros colonizadores humanos. Según cuentan las antiguas bitácoras de a bordo, los primeros exploradores que llegaron en barco llamaron este sitio la “Bahía de las Jorobadas”, un honroso nombre que ha sido por desgracia olvidado desde hace más de un centenar de años. Sin embargo, son las mismas Jorobadas quienes nos recuerdan que ésta Bahía sigue siendo su territorio, apareciendo puntualmente para su viaje migratorio invernal.
Hoy en día hemos cambiado los arpones por las cámaras, cazándolas en safaris llamados “tours” o “whale-watching”, cuyo único objetivo es disfrutarlas y lograr obtener un preciado trofeo fotográfico, y, aunque los motivos de su búsqueda son muy distintos, todavía los barcos que ofrecen este servicio salen con un vigía, quien apoyado del experimentado capitán llevan y guían a los turistas en la búsqueda del “soplo de la ballena”, representado en los cuentos como el clásico chorro de agua saliendo de sus cabezas. Tras el esperado grito de “Ahí hay una ballena”, los turistas sacarán sus cámaras y apuntarán hacia la ballena. El resto de la historia, a diferencia de las de los antigüos marineros, será que se vuelve a puerto con un barco colmado de turistas sonrientes y recuerdos de un avistamiento increíble y espectacular. Sin embargo, no debemos olvidar que el turismo de observación de ballenas se ha vuelto tan popular que en ocasiones puede causar efectos negativos para las ballenas, como el típico acoso de decenas de embarcaciones a una sola ballena con su cría. Es por ello que en México ha sido necesario “regular” esta actividad a través de leyes que autorizan sólo a un número limitado de embarcaciones para observarlas, mismas que deben cumplir con algunas normas de “civilidad” y respeto para no molestar a las ballenas ni interrumpir sus actividades.
Tome nota: La temporada oficial para la Bahía de Banderas, abarca del 8 de diciembre al 23 de marzo, y fuera de éstas fechas no está permitido realizar actividades comerciales con el avistamiento de ballenas. Así que si planea salir a ver ballenas, tenga en cuenta el tipo de “tour” que está contratando, pues somos nosotros los responsables de evitar que nuestras actividades lleguen a afectarlas. Tenga muy presente que la razón de su migración es la reproducción y crianza de las nuevas generaciones, por lo que son mucho más sensibles a las perturbaciones como el ruido que las embarcaciones producen al acercarse. Asegúrese entonces de contratar una embarcación autorizada, que podrá reconocer por una bandera especial otorgada por la autoridad federal que debe estar izada en la embarcación. Tal vez no sea el recorrido más barato que encuentre, pero pagar esa diferencia en el precio se traducirá en un servicio más profesional y más respetuoso hacia las ballenas. ¡Definitivamente vale la pena!
Realmente vale mucho la pena ver a esos impresionantes animales..!!!!
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