Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena
Con el paso del tiempo, y en una sociedad tan manipulada y llena de «desinformación», la gente se ha vuelto (para bien o para mal) escéptica en muchos temas, y el tema medioambiental es uno de ellos. El desinterés por los temas de naturaleza es cada vez mayor, causado en gran medida por nuestro aislamiento del planeta como seres meramente «citadinos», aunque también por nuestra falta de tiempo. Como parte de los temas ambientales, al cambio climático le ocurre lo mismo. Todos hablamos de él cuando hace mucho calor o mucho frío, cuando llueve mucho o hay sequías, pero no más. Como en la religión y la política, hay quienes creen ciegamente, y hay otros quienes simplemente no lo creen y hasta aseguran que es una estrategia de manipulación por parte las potencias capitalistas.
Como vivimos en un planeta en constante cambio, es muy dificil determinar qué es inusual y qué es parte de la evolución natural de la tierra, y es ahí donde la ciencia hace su parte, buscando y escarbando más allá de lo evidente, analizando el pasado de la tierra en búsqueda de respuestas que nos permitan entender lo que está sucediendo. Lo cierto es que durante las últimas décadas el clima se ha vuelto más extremo, o al menos en apariencia. Llueve mucho en poco tiempo, y las sequías se hacen mas extremas y largas. La radiación solar, esa sensación de que el sol quema más que antes se ha incrementado. Las temperaturas son inusualmente altas en algunos lugares, y extremadamente bajas en otros, mientras que los tornados y huracanes se vuelven más agresivos. En el Océano Pacífico los huracanes son más frecuentes mientras que en el Atlántico esacasean. Ante toda esta confusión, es evidente que algo extraño está ocurriendo, y surge la pregunta obligada: ¿En qué debemos de creer?
La investigación científica
Los datos que los científicos han obtenido, están basados en mediciones directas obtenidas a partir de mediados del Siglo XIX, información obtenida por estaciones climáticas y satelitales y por muestras paleo-climáticas que se remontan a cientos de millones de años atrás (evidencia fósil como hielo, tierra o burbujas de agua). Todos estos datos juntos han permitido conocer las variaciones climáticas que han sufrido la atmósfera, el océano y la superficie terrestre.
En 1988, tras detectar el problema del cambio climático mundial, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) crearon el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Se trata de un grupo abierto a todos los países miembros de las Naciones Unidas y de la OMM. La función del IPCC consiste en analizar, de forma exhaustiva, objetiva, abierta y transparente, la información científica, técnica y socioeconómica relevante para entender los elementos científicos del riesgo que supone el cambio climático provocado por las actividades humanas, sus posibles repercusiones y las posibilidades de adaptación y atenuación del mismo.
A finales de 2013 el IPCC publicó un reporte que establece el grado de certeza que se tiene sobre el cambio climático y sobre los aspectos que lo producen. Los resultados que ahí se publican son sorprendentes y a la vez escalofriantes, asegurando que muchos aspectos del sistema climático están mostrando reales y evidentes cambios.
En dicho documento se puede leer: «Es una certeza que la temperatura superficial media del planeta se ha incrementado desde fines del Siglo XIX. Cada una de las últimas tres décadas han sido significativamente más calientes que todas las décadas previas desde que iniciaron las mediciones, y la primera década del Siglo XXI ha sido la más caliente».
La temperatura
A pesar de ser una alarmante noticia, pocos medios nacionales lo publicaron: De acuerdo con la NASA, la temperatura promedio de la tierra en 2011, fue la novena más caliente registrada desde 1880, cuando se comenzaron a hacer mediciones. Esta noticia es más alarmante si tomamos en cuenta que 9 de los 10 años más calientes registrados, han ocurrido desde el año 2000; es decir, casi cada año en la última década!
Sin embargo, la cuestión es mas compleja de lo que parece, pues las temperaturas se han vuelto más extremas, y aunque la tendencia global es al calentamiento, se tienen registros que en algunas zonas se han presentado temperaturas inusualmente bajas, como en el Polo Sur. El invierno del 2013-2014, fue excepcionalmente extraño: En el hemisferio norte, mientras en Canadá y EU se registró un invierno inusualmente cálido y seco, en Europa las bajas temperaturas sorprendieron a todos. Es extraño sin duda, y difícil de creer que mientras en el hemisferio norte el hielo está desapareciendo a una velocidad alarmante, en el polo sur la capa de hielo está creciendo.
Lo sé y estoy de acuerdo. Es muy complicado para entenderlo, pues todo está interconectado. ¿Cómo entender que las altas temperaturas están derritiendo el hielo de Groenlandia y sus glaciares, lo que está provocando un incremento en el nivel del mar, pero la disminución de la capa de ozono y el aumento de la velocidad de los vientos está haciendo a la Antártida sea más fría? Si la temperatura del aire y del mar determinan la dirección y la intensidad de los vientos, los hasta ahora «predecibles» pronósticos de lluvias o sequías serán cada vez menos veraces.
Los gases “invernadero”
A lo largo del curso del tiempo, la naturaleza ha conseguido establecer un equilibrio en el que la flora y la fauna de tierras y océanos absorven las emisiones naturales de gases de carbono (CO2). Sin embargo, desde la industrialización (a partir de los 1950´s), la producción de los llamados gases invernadero se ha incrementado espectacularmente, lo que sumado a la deforestación y la generación de basura, la naturaleza es incapaz de absorver estos gases presentes en la atmósfera. El CO2 es conocido como gas invernadero porque retiene el calor en la atmósfera, lo que ha contribuido a que tengamos un clima adecuado para la vida. Este gas es liberado de forma natural por la respiración de los seres vivos y las actividades volcánicas, pero también por las actividades humanas como la quema de combustibles y la deforestación. Actualmente, la concentración de CO2 en la atmósfera, es el doble de la concentración promedio de toda la historia de la tierra, demasiado como para que no suceda nada.
¿Qué es lo que nos espera? Nadie lo sabe. Lo cierto es que debemos prepararnos, y no estamos acostumbrados a “hacer sacrificios” en nuestra vida diaria. El norte y centro de México están sufriendo severas sequías que obligan a los gobiernos a tomar medidas extremas, y la gente, ante esta carencia de agua, la hace rendir increíblemente. El resto de nosotros, quienes no tenemos tal carencia de agua, la desperdiciamos continuamente de una forma tan natural que ni siquiera somos conscientes de ello. Parece ser que a los humanos lo que mejor se nos dá es no preocuparnos hasta que es demasiado tarde, y la cultura de prevenir no existe en nuestro día a día.
Aunque para la mayoría de nosotros sea imposible entender lo que está sucediendo, lo cierto es que nosotros lo estamos provocando. Ante un futuro incierto, lo mejor es prepararse y prevenir, y eso puede lograrse al tener una mejor conciencia de lo que puede ocurrir en los próximos años. Abramos entonces nuestros ojos a lo que sucede a nuestro alrededor y actuemos. Hagamos algo por ser mejores humanos al no derrochar y al respetar nuestro entorno. Ese, creo yo, es un gran primer paso: vivir el día a día, conscientemente.
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