Texto por Biol. Oscar S. Aranda Mena. Fotografías por Manuel A. Aranda Portal, F. Mc Cann y O. Aranda
Si bien la primavera significa “cuando todo reverdece”, los días cada vez más largos dan lugar a una explosión de vida y actividad en la naturaleza, aunque también para los seres humanos significa algo más que la estación favorita del año, ya que tradicionalmente está representada por aspectos meramente positivos, donde se respira un aire de entusiasmo, alegría y esperanza, para celebrar la llegada de mejores tiempos. Pero, ¿cómo celebrarla sin designar a algún embajador o embajadora de la primavera?
Me di entonces a la tarea de buscar algún animal o vegetal presente en México para representar la primavera y lo que ésta representa para los seres humanos, pero dos semanas después me encontré con una lista interminable de candidatos con igualdad de atributos positivos. En mi lista aparecen algunos árboles majestuosos y siempre-verdes como el Mata-Palo, la Higuera Blanca (Ficus sp.), la reverenciada Ceiba o Pochote (Ceiba pentandra) o la imponente Parota o Huanacaxtle (Enterolobium cyclocarpum), que además de ser muy representativos de la vegetación mexicana, proveen una sombra excepcional, además de dar cobijo y alimento a incontables especies de animales de todo tipo. Sin embargo, aunque los árboles son sinónimo de vida y representan ampliamente a la naturaleza, necesitaba algo que transmitiera más “entusiasmo”.
Llegué pues a considerar algunos mamíferos: Desde el divertido y curioso Coatí (nasua narica), quien suele aventurarse en las zonas habitadas reclamando lo que antes fuera su territorio, hasta los esquivos y misteriosos felinos salvajes como el Jaguarundi o Leoncillo (Herpailurus jagouaroundi), o el rey de reyes, el Jaguar (Panthera onca); un legendario fantasma de las selvas y bosques mexicanos. Pensé en los delfines, pues provocan una simpatía natural y son un sinónimo de la alegría, entusiasmo y celebración, pero pronto me di cuenta que a la lista se sumaban muchas otras especies como ballenas, mantas saltarinas y multitud de especies de peces que gustan de saludar a bañistas y buceadores…
Pasé a considerar a las aves, que han encabezado mi numerosa lista de especies: Pensé en los Bobos Patas Azules (Sula nebouxii), dignos representantes del amor, la fidelidad y la persistencia, por su paciente forma de buscar alimento y resistir el constante acoso de las Fragatas para robarles su alimento. Con sus patas azul profundo y su poco grácil forma de caminar, transmiten también una gran simpatía. Llegué a la misma conclusión con los pelícanos (Pelecanus occidentalis), mismos que podrían encajar perfectamente en el perfil, con su propio estilo de vuelo y pesca de alto riesgo, altamente perfeccionados. Terminé mi sección de aves marinas con las hermosas golondrinas marinas, dignas también de ser consideradas por su belleza y los hábitos migratorios de algunas de ellas.
Aparecieron después en mi lista, pidiendo a gritos ser elegidas, algunas aves terrestres como las admirables Guacamayas (Ara militaris), inequívocos representantes de la esperanza, al existir aún suficientes ejemplares silvestres que intentan perpetuar su especie continuamente amenazada por la captura y su comercio ilegal. Les siguieron las simpáticas Cotorritas o Pericos Frentinaranja (Aratinga canicularis), aún comunes en las ciudades costeras y sus alrededores, volando en ruidosas bandadas verdes, llevando la primavera como uniforme. Decidí terminar mi lista abruptamente con un pequeño pero muy característico candidato: El colibrí, del cual me negué a elegir alguna especie en particular, pues todos los colibrís son por sí mismos sinónimos de la alegría, el amor y la felicidad, cuya belleza y habilidad conmueve a cualquiera.
Pero, ¿A quién elegir de esta larga lista? ¿Cómo puedo depurar una lista donde la perfección en su forma y sus hábitos es, simplemente, incuestionable? Imposible. No he podido elegir a nadie, pues no he sido capaz de descartar a ninguno. Así pues, me vi en la necesidad de cambiar el título de éste artículo de un singular a un plural, dejándolo a usted, mi estimado lector, ser quien elija a su favorito, de acuerdo a sus propios criterios y gustos particulares.
Mi conclusión es muy sencilla: No me siento derrotado por no haber podido elegir al rey o a la reina de la primavera, pues este largo paseo analizando los atributos de mis candidatos más emblemáticos de la flora y fauna mexicana, me ha hecho recordar lo maravilloso y variado que es el mundo natural, y que está ahí para acompañarnos siempre, sin importar la época del año. Así que me limito a desearle una feliz y próspera primavera, y pedirle que nunca se olvide valorar, disfrutar y proteger lo que tenemos a nuestro alrededor, que nos permite llevar la primavera en nuestros corazones.
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