La Mantis, un insecto de otro mundo

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Texto y Fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena

Si tuviera que elegir una palabra para describir a este fascinante insecto, eligiría la palabra “soberbia”. Y es que además de su imponente apariencia, la mantis se enfrenta siempre a sus enemigos con valor y dignidad, sin importarle morir en el intento. Sus posturas amenazantes e inverosímiles han inspirado técnicas milenarias de lucha, y su típica posición con las patas delanteras elevadas y plegadas -que nos recuerda una posición “de oración”- le ha hecho merecedora del nombre “mantis religiosa”, o “praying mantis” en inglés, aunque también se le conoce como “santateresa” o “campamocha”.

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Las hay de muchos tamaños y formas, pero prácticamente todas son cazadoras, alimentándose principalmente de otros insectos, aunque las mas grandes son capaces de capturar hasta pequeñas aves, reptiles y mamíferos aprovechándose de su mimetismo. Al cazar, lo hacen con tal velocidad que nuestro ojo es incapaz de percibir su movimiento, y ésta sin duda es el resultado de una larga evolución, cuyo origen data de hace unos 50 millones de años.

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La ciencia ficción ha sacado provecho de su extraña apariencia para “crear” seres de otro planeta con sus mismas características: un esqueleto como armadura, una boca compuesta de muchas piezas (y que asustaría a cualquiera), pero sobre todo unos enormes ojos bulbosos montados sobre una cabeza triangular capaz de girar 180 grados sobre si misma. Esta flexibilidad es real, y permite que las mantis tengan una sorprendente visión. Sus ojos estan formados por muchas lentes compuestas que conducen las imágenes hacia el nervio óptico, y son capaces de ver imágenes a color como nosotros. Además, tienen sobre su cabeza tres ojos sencillos que les permiten distinguir entre la luz y la obscuridad.

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Mitos que son ciertos, y otros no tanto

Sus singulares características las han hecho objeto de temor por antiguas culturas: los griegos asociaban a las mantis con Casandra la “profetisa de las catástrofes”, y el mismísimo Aristóteles las consideraba criaturas del inframundo, capaces de hipnotizar a las personas. Para los egipcios eran objeto de culto y adoración: las momificaban y las colocaban en minúsculos sarcófagos para acompañar a los muertos, transmitiéndoles su coraje y ayudándoles a enfrentar sus temores en el más allá.

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Se dice que la hembra devora al macho mientras se aparean, arrancándole la cabeza. Si bien esto es verdad, la hembra decidirá si se come o no al macho dependiendo de cuánta hambre tiene ésta, perdonándole la vida si se siente saciada. En realidad el canibalismo no es tan común como se cree. Existen especies que no lo practican, valiéndose de complejas señales visuales para “informarse” unas a otras que son de la misma especie, y hay otras que incluso se muestran cariñosas durante la cópula, y otras que cuidan y defienden a sus huevos y sus crías.


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Otro mito muy extendido es que cuando las vacas o caballos se comen accidentalmente a una campamocha, éstos mueren “porque les estalla la panza”. A pesar de es una creencia generalizada, es totalmente falso. Las mantis son insectos como cualquier otro, y son devoradas por infinidad de mamíferos, aves y reptiles como parte natural de su dieta, sin hacerles daño. Por otra parte, no es nada raro que los animales herbívoros como vacas y caballos sufran de una excesiva hinchazón de su vientre que puede provocarles la muerte, pero esto se debe a una producción excesiva de gas metano causado por la fermentación de las hierbas que comen. Si el ganadero observa alguna mantis donde sus animales están pastando y luego alguna vaca cae enferma o muerta, es muy fácil entender que la mantis sea señalada como culpable de ese cruel asesinato.


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Sin embargo, considero que la mantis no es tan cruel ni tan extravagante como lo es el ser humano. Es simplemente una creación de la naturaleza, un animal cuya evolución le ha dado esas increíbles características, pero que es tan vulnerable como cualquier otro animal. Afortunadamente para ellas, y aunque la mayoría de la gente les teme, igualmente las respeta porque son un excelente control biológico de insectos considerados como dañinos o peligrosos para los cultivos. Lo cierto es que cuando cazan no hacen distinciones, comiendo insectos tanto “buenos” como “malos”, por lo que mi consejo es que la próxima vez que se encuentre una, admírela no por su labor, sino por lo que es: ¡Un insecto de otro mundo!

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