Textos por Biol. Oscar S. Aranda Mena, Fotografías por Manuel A. Aranda Portal y Armando Rubio Delgado
No existe ningún otro animal que evoque tantos sentimientos de temor, admiración y respeto como el Jaguar, el felino más grande del Continente Americano, quien hasta antes de la llegada de los conquistadores españoles era el supremo rey de selvas y bosques. Antes venerado por los nativos, vive ahora en el exilio, escondiéndose de los humanos en los pocos rincones naturales que quedan en el territorio mexicano.
El jaguar en tiempos prehispánicos
El jaguar fue uno de los animales más importantes dentro de la cosmovisión prehispánica, y los aztecas, mayas, olmecas y otras culturas. El simbolismo étnico del jaguar está basado en la oscuridad: El guardián de la oscuridad, representando también los misterios de la selva y la fuerza para sobrevivir en ella. Este carnívoro, por su fuerza y belleza, era para los Aztecas el sinónimo de la fuerza bruta, la violencia y la destrucción. En Tenochtitlán, los líderes militares de mayor rango y los guerreros más importantes eran llamados los “Caballeros Jaguar” vistiendo capas de piel de jaguar. Los emperadores aztecas no solamente se adornaban con capas, sandalias, y utilizaban insignias hechas de jaguares; tenían también el privilegio exclusivo de utilizar en los tronos, tapetes y cojines hechos de piel de jaguar, todo como símbolo de autoridad. Poco a poco, tras varios siglos de dominio español, la mayoría de tradiciones y conceptos culturales indígenas se perdieron, y con ellos se fue el respeto a la naturaleza. A pesar de ese profundo impacto que el jaguar tuvo en la cultura de los pueblos del antiguo México, actualmente se ha convertido en un trofeo, una obsesión machista de dominio hacia máximo depredador de la naturaleza, presa de egoístas cazadores que sólo buscan ufanarse de haber matado a un poderoso «tigre».
La naturaleza del “Tigre”
Conocido así por la gente del campo, el jaguar (Panthera onca) está relacionado con los grandes felinos del Viejo Mundo, como el tigre, león y el leopardo. Pueden llegar a medir hasta 2.40 mts, aunque actualmente es muy raro encontrar animales de este tamaño. Históricamente se distribuía por ambas costas de México (ambientes tropicales y subtropicales), hasta el sur de Estados Unidos y el norte de Argentina, pero actualmente se encuentra extinto en varios países de Centroamérica, mientras que en México su población actual se encuentra seriamente disminuida, fragmentada y aislada; y se cree que ha desaparecido de varias regiones costeras del país.
A pesar de la importancia de la especie, la mayor parte del conocimiento del jaguar en México es anecdótico y esporádico, y se desconoce su situación real y el tamaño de su población. Esto se debe a sus hábitos de vida y a su tipo de hábitat, sin omitir mencionar lo peligroso que es “incursionar” en la selva donde no se aplica ninguna ley humana que proteja a los científicos.
Su mayor amenaza, la destrucción de su hábitat y la cacería
La explosión demográfica ha provocado que la deforestación se incremente de forma continua, y se estima que más de un millón de hectáreas de selvas y bosques se pierden anualmente en México. Se sabe que en el caso del jaguar en México, la deforestación masiva ha reducido, aislado y extirpado a muchas de sus poblaciones, por lo que de continuar esta tendencia, se extinguirá de su hábitat silvestre mexicano en unos pocos años. El aumento de las actividades humanas, la creación de senderos y caminos, multiplica los encuentros entre la gente y los jaguares (encuentros mortales para los jaguares), además de facilitar la internación de cazadores furtivos, quienes matan a sus presas naturales, obligándolos a capturar ganado y animales domésticos para saciar su hambre. A pesar de que la cacería del jaguar está prohibida desde 1988, y que éste es un animal protegido por las leyes mexicanas, aún existen regiones donde se les caza por tradición o como una fuente de ingreso, donde cazadores adinerados y sin escrúpulos, pagan a campesinos o indígenas para que los lleven a los territorios donde ellos saben que hay jaguares. En México esto ocurre desafortunadamente, en las selvas costeras de Nayarit y Jalisco, así como el sureste del País.
Sin embargo no todo son malas noticias, y en la región occidental de México (y en otras regiones) existen esfuerzos serios e intensos por proteger al jaguar, y sorprendentemente se sospecha que aún tenemos una “sana” población de jaguares en la región, dadas las condiciones agrestes y poco accesibles de nuestra Sierra Madre, gracias a técnicas no agresivas como el «fototrampeo» con cámaras especiales ocultas en la selva. Sin duda es un esfuerzo importante, el que organizaciones civiles y universidades están realizando, pero es necesario que los gobiernos se involucren más, realizando campañas educativas más intensas para dar información a los campesinos y la gente que vive en las zonas donde habitan los jaguares, con la finalidad de evitar que les maten por miedo o desconocimiento, o porque éste ha matado algún animal doméstico o ganado. Si éste fuera el caso, debe haber recursos económicos disponibles para compensar de forma sencilla al afectado, y convencerlo de que no mate al animal, que en muchas ocasiones, resulta no ser el mismo animal, sacrificando así a un animal inocente o a una madre, dejando indefensos a sus cachorros.
Con respeto y educación, aprenderemos nuevamente el gran valor de este majestuoso animal: No me refiero a su valor divino, sino a su incalculable valor como especie y su importante papel que juega en los ecosistemas naturales de México.
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