Una explosión de vida

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Texto y Fotografías por Biol. Oscar Aranda Mena

Con la llegada de las lluvias no sólo reverdece el paisaje, sino que miles de especies de animales, insectos y plantas se sincronizan para aprovechar la abundancia de agua y alimento. Aún antes que caiga la primera lluvia, la naturaleza se prepara para recibirla. Los árboles reverdecen y ofrecen sus primeras flores, mientras los animales se inquietan buscando pareja. Mientras combinan su tiempo ocultándose del calor y preparando sus nidos, bajo tierra las hormigas y termitas se multiplican rápidamente esperando el momento para aparecer de forma abrumadora.

Insectos por millones

En un ritual guiado por señales ambientales que los humanos ni siquera percibimos, los hormigueros y termiteros producen una millonaria camada de hormigas aladas, quienes tienen como única misión formar nuevas colonias. Estos pequeños animalitos recibieron una dotación de alas que les permiten volar lejos y encontrar pareja. Tras haberse apareado unas horas después de haber salido de sus nidos, no tienen más la necesidad de volar, por lo que se deshacen de sus alas para nunca más alzar el vuelo. Los machos mueren luego de unas horas, al gastar toda su energía por buscar una pareja, mientras que las hembras que hayan logrado reproducirse, formarán por sí solas una nueva colonia, siempre y cuando encuentren un lugar adecuado para cavar su nido.

En estos días no es una buena idea tener las ventanas abiertas y las luces encendidas, pues en un instante aparecerá una multitud de bichos revoloteando por doquier. Una gran variedad de insectos que se alimentan de las flores y frutos que producen los reverdecidos árboles, se ven mortalmente atraídos por las luces de nuestras casas, permitiendo a sus depredadores naturales como arañas, alacranes, aves, reptiles y anfibios darse un gran festín. Entre estos animales, sobresalen  las llamadas “besuconas” (cuizas o geckos) que son comunes en zonas tropicales. Con tanto alimento y humedad se ven motivadas a reproducirse también, para poner huevecillos de donde nacerán minúsculas y simpáticas réplicas especializadas en eliminar esos insectos que tantas molestias nos causan en el hogar.

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Aunque la naturaleza es más compleja de lo que pudiéramos pensar, basta con poner el ejemplo de las golondrinas para comprender la importancia de las lluvias y de ésta explosión de vida, pues apenas regresan a nuestras tierras de su viaje invernal al sur, comienzan a construir sus elaborados nidos con bolitas de lodo, saliva y paja, poniendo varios huevecillos que nacerán luego de las primeras lluvias y, sin esos millones de insectos que nos molestan tanto, las golondrinas no tendrían con qué alimentar a sus polluelos. Estas aves generan un enorme beneficio al ser humano al alimentarse de una gran cantidad de insectos nocivos para las actividades humanas. Se estima que una sola golondrina puede consumir alrededor de 1Kg de insectos cada temporada, lo que es muy considerable si tomamos en cuenta que cada golondrina pesa apenas 20 gramos.

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Habiendo comenzado las lluvias, con tanta agua y comida por doquier, aquellos animalitos que vivieron ocultos por tantos meses aparecen de pronto, por lo que las noches resultan ser un magnífico auditorio de sonidos vocales y conciertos de infinidad de artistas: Tras años de vivir bajo tierra, las cigarras emergen silenciosamente de la tierra para zumbar estridentemente sin parar sobre los árboles; mientras grillos, ranas y sapos rompen el silencio de la noche con sus impacientes llamados al amor.

Un mundo humano

¿Será que los humanos nos hemos cegado y ensordecido tanto que ignoramos totalmente lo que ocurre alrededor? Esa explosiva celebración a la vida es para darle la bienvenida a las lluvias (que tanto nos benefician a todos, y nos permiten seguir viviendo), pero los humanos nos permitimos encontrar razones para quejarnos, sin disfrutar lo que nos regala la naturaleza. Si no llueve, “malo”; y si llueve, “malo también”… Nos quejamos tanto que a la época de lluvias la hemos llamado “mal tiempo” en los pronósticos del clima, sin reflexionar por un segundo su gran valor.

En esta temporada lluviosa, los invito a disfrutar de la lluvia, de escuchar su sonido y de probar su sabor. Disfrutemos de mojarnos como chiquillos bajo la lluvia; pues no somos ni de sal, ni de azúcar. ¡Bienvenida la lluvia, Bienvenida la vida!

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