Texto y fotografías por Biol. Oscar S. Aranda Mena
Aunque casi todos relacionamos inconscientemente a los cazadores del mundo animal con escenas de leones y guepardos en Africa, pocos nos detenemos a pensar siquiera en aquellos otros animales que, aunque son inclusive más eficientes en sus técinas de caza, pasan desapercibidos para nuestros ojos, ya sea por su pequeño tamaño o porque nos parecen aparentemente inofensivos.
Pequeños depredadores
El tamaño no importa cuando se trata de conseguir alimento. Muchos insectos y arañas se han especializado tanto que son unos eficientes animales con una dieta 100% carnívora. Tal vez las arañas sean los únicos bichos que todos relacionamos con el término “cazador”, aunque en el mundo de los insectos, la depredación es un hábito tan común como la de aquellos que consumen néctar de las flores o se alimentan de hojas.
La gran sabana, en miniatura
Imagínese usted un escenario como el de la grandes planicies africanas y trasládelo a unos matorrales con hierbas y flores. Los rebaños de abejas, mariposas, chinches y una infinidad de especies recorren cada flor y cada hoja de las plantas en busca de su alimento. Aunque se mantienen alertas, deben concentrarse en buscar comida. Cerca, colgando de una hoja, hay un bichito que parece inofensivo, muy parecido a una mosca. En un instante se lanza sobre la abeja y la abraza con 4 de sus patas, cayendo al vacío hasta sostenerse de una pequeña rama con las 2 patas restantes. En un abrir y cerrar de ojos ha mordido a la abeja y le ha inyectado un veneno que la paraliza, permitiéndole “succionar” su nutriente contenido sin peligro alguno. Esta es la peligrosa mosa cazadora, también conocida como mosca ladrona. Es capaz de atrapar animales de mayor tamaño como saltamontes o avispones. Otro ejemplo de especies similares son las avispas, que una gran parte de ellas son carnívoras.
Hormigas voraces
En las selvas tropicales (incluyendo las selvas de Puerto Vallarta), existe una especie de hormigas cazadoras a las cuales todos prefieren evitar. Se trata de las hormigas legionarias o “marabuntas”, quienes van de aquí para allá recorriendo la selva y alimentándose de cualquier tipo de presa que puedan encontrar, llámense insectos, reptiles o inclusive aves y mamíferos. Son tan eficientes que algunas comunidades indígenas les dan la bienvenida “permitiéndoles” el libre paso por su casa, para terminar con cualquier plaga que en ella viva. Se mueven rápidamente y cada «obrera» lleva consigo un pequeño trozo de algún animal que han descuartizado en algún lugar de donde vienen. Forman un delgado sendero que va serpenteando a través de la selva, con hormigas más grandes o «soldados» que vigilan la ruta y colaboran cuando se trata de presas muy grandes.
Mimetismo mortal
Otro depredador experto en acechar a su presa es la Mantis, quien al ser experta en camuflaje, pasa desapercibida hasta que es demasiado tarde para su víctima. Para lograrlo, permanece inmóvil hasta que su presa pase junto a ella, atacando con sus patas delanteras tan rápido que es capaz de atrapar insectos en pleno vuelo. Su abrazo es tan eficiente, que puede darse el lujo de comerse a su presa viva, sin miedo a que ésta pueda defenderse.
Las libélulas, cazadoras aéreas
Si hay un cazador por excelencia, sin duda las libélulas se llevan el galardón, pues son voraces depredadores desde que son larvas y viven bajo el agua. Su dieta es tan amplia, que incluye además de insectos y arañas, a renacuajos y peces, sin importarle en absoluto alimentarse de otras libélulas. Tienen visión telescópica y son capaces de medir distancias, por lo que pueden atrapar al vuelo a insectos tan pequeños como un mosquito. Tienen tan buena vista que pueden atrapar a sus presas durante el crepúsculo, en ausencia casi total de luz. Suelen mantenerse inmóviles en algún punto elevado desde donde pueden vigilar su territorio. Simplemente se lanzarán al vuelo para atrapar algún insecto que pase por ahí, y regresar inmediatamente a devorarlo tranquilamente.
Las arañas, maestros en tácticas de caza
El principal órgano ofensivo (y defensivo) de las arañas son sus quelíceros, o dicho vulgarmente, sus colmillos. Estos además de ayudarles a “masticar” la comida, les permiten inyectar su veneno a sus presas, como las serpientes. Las arañas son expertas en la emboscada, y aquellas que no tejen telas como las saltadoras, utilizan su vista para detectar a sus presas a grandes distancias. Aquellas que tejen redes son muy pacientes, y utilizan su resistente tela para inmovilizar a sus víctimas sin necesidad de inyectarles veneno. Algunas arañas elaboran complejas trampas, que tejen con la ayuda de la seda que producen. Esta seda puede ser utilizada en forma líquida por algunas especies que “pescan” a sus presas lanzándoles una punta pegajosa.
Las arañas, así como los alacranes y otros despreciados bichos, representan un papel muy importante en el equilibrio de la naturaleza al ayudar a controlar la cantidad de insectos. Lo mismo ocurre con infinidad de animales “tolerados” por su belleza o simpatía, y todos juntos conforman nuestro ecosistema. Un pequeño jardín o una simple terraza son suficientes para albergar a infinidad de especies, muchas de las cuales serán cazadoras. Gracias a ellas nuestras casas, jardines, bosques y ciudades no están invadidas por hordas de insectos que ningún pesticida lograría controlar. Estos animalitos insignificantes, ignorados e incomprendidos son nuestros mejores aliados cuando se trata de eliminar a los moscos zumbones, incansables y molestas moscas, cucarachas, etc. Un avispero o una araña pueden terminar con un problema de bichos que se comen nuestras plantas de ornato, y todo tan sólo con ser tolerantes hacia estos incomprendidos animales.
La inmensa mayoría de arañas son inofensivas para los humanos, y aquellas que representan algún peligro real, pueden ser identificadas fácilmente. Un panal de avispas pasa desapercibido por meses en nuestro jardín hasta que cortamos alguna rama y lo descubrimos. Entonces se vuelve una amenaza y no podemos dejar de pensar en él hasta haberlo eliminado, cuando antes de saber que existía no había sucedido nada. Puedo ser muy radical, pero debo intentarlo: Estoy convencido que si fuéramos más tolerantes con la naturaleza, nuestras vidas serían mejores. Todo empieza por nosotros mismos; por conocer a los animales que nos rodean, entenderlos y protegerlos. Nuestra mejor arma no son los insecticidas sino el conocimiento. ¡Que vivan esos pequeños cazadores!
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